lunes, 7 de octubre de 2013

¿Por qué imposible? Las balsas

Hace unos años leí el libro "¿Por qué imposible? Las Balsas" de Vital Alsar Ramírezy el relato de su aventura me impactó. A continuación transcribo un pequeño fragmento del libro en el que el autor reconoce con humildad, mientras contempla la inmensidad del firmamento noche tras noche durante su navegación en balsa por el océano Pacífico, que existe un Creador, un Dios, un Ser Supremo que ama al ser humano:


[...] Las estrellas aumentadas de tamaño ya no aparecían como puntos pegados al firmamento, sino como deformes bolas de luz colgando, como cuelgan las esferas artificiales que se colocan a diferentes alturas en un árbol de Navidad. La profundidad de la masa etérea se aleja infinita al más allá. Me quedé solo; volví a mirar a través de los catalejos y me quise comparar con la relativa pequeñez de esas lucecillas. Su tamaño real hizo sentir mi insignificancia fundida en la grandeza del pensamiento. Oteaba muchas más estrellas y planetas de los que a simple vista estaba acostumbrado a admirar, era como mirar hacia arriba para ver los copos de nieve que se desprenden en invierno con un fondo oscuro. Qué control tan infinitamente perfecto tiene que existir para mantener en órbita tantos trillones de masas moviéndose cada una independientemente. Qué ilusos y qué soberbiamente ignorantes tenemos que ser algunos humanos para creer que somos los únicos que pululan en tanta grandeza. Sabemos el tamaño de nuestra casa, la Tierra, y no ignoramos que, comparada con esos puntitos, es millones de veces más pequeña que el más diminuto de ellos y sin embargo continuamos dudando de que existan otros seres allá arriba. Todo aquello que el hombre no pueda ver cree que no existe. A los ojos de aquellos que por evolución espiritual Dios les haya dado el equivalente en conocimiento, debemos parecerles simios purgando espantoso karma. ¡Qué grande debe de ser el amor que nos tiene El Supremo Ser, para permitir reivindicarnos a cambio de un poco de humildad! Todo los que nos pide es que crezcamos para darnos más, pero a nosotros nos gusta morbosamente continuar siendo enanos del alma. En situaciones especiales como la nuestra, se palpa y se siente la pequeñez de un ser. También en tierra una simple fiebre hace que se nos acabe la vanidad.
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                                             Vital Alsar Ramírez

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Tan pronto como la fuerza–salud regresa a nosotros, creemos que ya no hay quien nos venza y hasta nos atrevemos a insultar al Creador. Pretendemos creer en Él y renegamos de su existencia a lo largo de nuestras acciones. Nos creó pero llegamos a convencernos de que nos hicimos solos. Desparramamos poder para aniquilar incluso lo que hizo. Me pregunto si es nuestra insignificancia lo que nos lleva a sentirnos superiores. Yo mismo lo he desafiado en las expediciones anteriores y Él se vengó permitiéndome llegar sano y salvo con mis compañeros. Cada día, al tomar mi guardia nocturna miro a la cofa y la proyecto con el pensamiento hacia el espacio infinito y le ruego que me oriente en la ruta de la mar y en la de mi existencia. [...]
La hazaña se llevó a cabo en 1973. Vital partió junto con sus once compañeros desde  Guayaquil (Ecuador) y llegó a  las costas de Ballina (Australia) tras navegar 179 días. ¡Gloria a Dios!

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