miércoles, 7 de marzo de 2018

Ocho de marzo

Detrás de la nueva ola (no sé ya si es la tercera o la cuarta) del llamado feminismo, que ya no llamo feminismo sino feminismo radical o mejor dicho neofeminismose esconden objetivos espúreos como la guerra de sexos, la destrucción de la familia natural, tradicional o sagrada, la formación cristianófoba de las nuevas generaciones o incluso la imposición de ideologías político-económicas marxistas. Los eslóganes de los sectores más ruidosos del movimiento, que a la sazón más aparecen en los medios, revelan ya nítidamente que sus objetivos no están encaminados a la consecución de un logro social, la igualdad de la mujer en la sociedad, sino a la configuración de una sociedad contra Dios, dirigida por criterios contrarios a sus mandamientos y para muestra un botón: nosotras parimos, nosotras decidimos, no nací de tu costilla, tú saliste de mi coño, la identidad de género no se elige, somos malas, podemos ser peores, mata a tu papá, el aborto es sagrado, muerte al macho, sin ti soy yo, hetero muerto abono 'pa' mi huerto, el miedo ha cambiado de bando, la purga ha comenzado, no quiero tus piropos, quiero que te mueras u otros más antiguos como el de yo también soy adúltera... Pero en el siglo XXI aún existimos quienes creemos a Dios y sabemos, con la certeza de la fe, que no miente cuando dice que hizo una mujer de una costilla de un hombre (los científicos dicen que son capaces de clonar) o que hombre y mujer somos coherederos de la gracia de la vida o que ante Él somos iguales, pecadores que necesitamos su gracia y salvación, y aún más iguales en tanto que si hijos por la fe en Jesús, ya no hay judío ni griego, ya no hay hombre ni mujer, ya no hay esclavo ni libre. Así pues, es aparente la contradicción entre la defensa de la igualdad de la mujer y la creencia y obediencia a Dios; Dios no es machista, ni siquiera cuando establece roles diferentes para uno y otro. Curiosamente, vivimos en una sociedad altamente especializada y nunca se ha visto la especialización como generadora de desigualdad, pero si es Dios quien, en su sabiduría, manda división de roles entonces sí. ¡Anda ya! Soy hombre y creo que hombre y mujer somos iguales pero no idénticos y, si Dios me lo permite, el ocho de marzo trabajaré como otros días, ya que creo que Dios no es feminista y prefiero seguirle a Él.









Con respecto a la defensa de la igualdad de la mujer, y con ánimo de aportar ideas a los gobernantes, considero urgente que la sociedad valore económicamente el ejercicio de la maternidad y que el Estado fije un salario digno a las mujeres que eligen, en libertad y por iniciativa propia, cuidar de los hijos y atender a su familia, y suprima muchas partidas de los presupuestos generales como las subvenciones a los partidos políticos, sindicatos, fundaciones, patronales, asociaciones parasitarias, observatorios, etc., o como la financiación de las estructuras autonómicas imitadoras de Estado, o como muchas otras objetivamente despilfarradoras. 
La ideología neofeminista pretende inocular en la sociedad la idea falsa de que el único modo de cambiarla a mejor es cuasi-obligar a las mujeres a formar parte activa no sólo del actual mercado laboral y del PIB, sino también de todos los ámbitos del poder e imponerlo de forma normativa. No se quiere reconocer que la elección libre del ejercicio de la maternidad que muchas mujeres llevan a cabo, en perjuicio en muchos casos de sus carreras laborales o profesionales, se debe a una profunda necesidad del alma presente en ellas, que no lo está en los varones, salvo excepciones. El interés por concebir hijos no es comunitario, sino individual, por mucho que se nos quiera vender desde las instituciones que es de interés público. Lo terrible del asunto es ver cómo muchas mujeres, por su escasez de recursos económicos, atrasan, descuidan, mal-atienden o anulan la maternidad y las tareas del cuidado de su familia, cuando, en su fuero interno, quisieran llevarlas a cabo en dignas condiciones de reconocimiento social, político y, sobre todo, económico, y todo ello por mor del deseo de entrar en un mercado laboral en el que muchas veces terminan haciendo trabajos mal pagados de empleadas de hogar ajeno, o trabajos que aportan muy poco a su desarrollo personal y que suponen únicamente una aportación dineraria, que es, desgraciadamente, lo que les ocurre a los varones en muchos casos. Porque es cierto que el varón y la mujer hemos de tener garantizado el ser sujetos de los mismos derechos y obligaciones, es decir, el ser iguales, pero en tanto que seres diferentes y con distintas capacidades y necesidades anímicas, es absurdo e improcedente aplicar normativas de paridad en todos los sectores de la sociedad. En este sentido contrasta la insistente exigencia neofeminista en las cuotas paritarias en las esferas del poder con la nula petición de las mismas en las penosas y arriesgadas actividades laborales llevadas a cabo mayoritaria y frecuentemente por varones. Los auto-llamados políticos progresistas siguen insistiendo en que la solución pasa por invertir en la educación infantil de 0 a 3 años, para que las mujeres queden 'libres' y puedan 'realizarse' y 'desarrollarse' en sus trabajos, profesiones o emprendedoras actividades, mientras el Estado se ocupa de sus hijos; pero, en mi opinión, la medida contribuye a la desintegración de la familia, a despojar a las mujeres de una de las mayores fuentes de dignificación que su Creador les ha ofrecido, la maternidad, a disminuir el poder de influencia educacional familiar en los menores y a aumentar la capacidad del Estado en sus labores de ingeniería social. Personalmente, e insisto, abogo por una fuerte inversión del Estado en la remuneración económica, mediante un salario digno, a las mujeres que optan libremente por ser madres y cuidar de sus familias, y asimismo por que se siga trabajando en la educación de las presentes y futuras generaciones de varones en la co-rresponsabilidad del cuidado de los hijos y de los mayores, en el mayor grado posible que sus empleos les permitan. 
Las redes sociales y los medios abordan con fruición el tema de la convocada huelga del 8 de marzo. Me congratulo de ver que hay muchas mujeres que abogan sinceramente por la justicia e igualdad de sexos y se desvinculan de este movimiento de masas y cito por ejemplo a las que firman el manifiesto 'No nacemos víctimas' que puede leerse en https://nonacemosvictimas.com
Me exaspera ver cómo mujeres con poder político como la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, escupen falsedades como la de que la violencia está incardinada en el ADN de la masculinidad y entre sus seguidores no se enciende la luz de alarma. Asimismo discrepo de quienes tildan de machistas a las personas que afirmamos que el aborto no es un derecho sino un asesinato, ya que consideramos que un ser humano en gestación no es un residuo sanitario, o que creemos que la división de roles por sexo, libremente elegida, es beneficiosa para la sociedad porque quien nos creó nos hizo diferentes y con distintas capacidades, o que opinamos que las mujeres que ríen chistes en los que se da por hecho que los hombres sólo tienen una neurona o que siempre pensamos en lo mismo, no defienden la igualdad, o que .... Por todo ello sigo orando: Padre nuestro, venga pronto tu reino.

Vitoria-Gasteiz                                                         7  de marzo de 2018

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