miércoles, 8 de septiembre de 2021

Viaje de ida al pueblo en bicicleta



 "Las palabras conmueven. El ejemplo arrastra"

Animados por esta máxima de Homero y conscientes de que el respeto a la naturaleza no tiene ninguna relación con la militancia en organizaciones que abrazan la agenda 2030 ni con el seguidismo a propagadores del bulo del cambio climático, muchos de los cuales ni se sonrojan cuando viajan en avión o en coches de alta gama, mi hijo y yo decidimos recorrer en bicicleta el camino que nos llevaría a nuestro destino de vacaciones, situado a unos trescientos cincuenta kilómetros de casa. Por cierto, otro de los bulos que este viaje nos ha permitido contemplar ha sido el de la superpoblación del planeta tan proclamada por el globalismo y el movimiento eugenista. Durante el recorrido hemos atravesado por tierras de tres comunidades autónomas y hemos podido percatarnos de las vastas extensiones de superficie que están deshabitadas y ni rastro del bicho-19. ¡En fin, es hora de despertar!

Iniciamos los preparativos un par de días antes proveyéndonos de lo que íbamos a necesitar en el viaje: tienda de campaña de dos plazas, esterillas, cocina de alcohol, sacos de dormir, ropa, herramientas de bicicleta, comida para la primera etapa, sobre todo, frutos secos, arándanos, fruta y agua. Así mismo, la víspera, acondicionamos las bicicletas instalando las parrillas que sujetarían las alforjas y preparamos nuestros equipajes. Por fin, a las ocho de la mañana del día 3 de agosto de 2021 emprendimos la marcha después de una breve y sentida oración a Yahwéh para que nos guardara y protegiera en el camino. Lo íbamos a necesitar.

Si bien en mi juventud he viajado  mucho en bicicleta por toda la península ibérica, habiendo recorrido los Pirineos, el Camino de Santiago, la ruta del Cid, periplos por Andalucía, las Alpujarras, Asturias, Costa Vasca, Teruel, Cuenca, de Medina del Campo a Miranda do Douro y Sanabria, etc, hacía más de doce años que no viajaba en bicicleta y el hecho de ir con mi hijo, en nuestro primer viaje de varias etapas, me hizo sentir cierto nerviosismo en la salida. Cierto es que el verano pasado ya hicimos una prueba realizada con éxito que consistió en realizar el viaje en tren hasta Medina del Campo y de allí al pueblo en bicicleta, en una etapa de unos noventa kilómetros; pero esto era más serio.

Una ligera llovizna nos despidió de Vitoria-Gasteiz pero una vez superado el puerto de Vitoria el día comenzó a aclararse y el buen tiempo nos acompañó ya durante todo el viaje. Atrás iban quedando, Ventas de Armentia, Franco y Treviño y fue entonces cuando nos topamos con los primeros ciclo-viajeros que nos saludaron y preguntaron adónde íbamos. Recuerdo que les dije: ¡A Castilla-León! Ellos querían llegar a Vitoria y nos despidieron con el típico ¡buen camino!

Llegamos a Berantevilla y allí disfrutamos de la rica agua que mana de una de sus fuentes cercana a la iglesia. A mediodía llegamos a Miranda de Ebro donde tuvimos que cruzar a pie algunas calles, lo cual aprovechamos para hacer algunas fotos y preguntar a algún transeúnte que nos informó de cómo salir de la ciudad para tomar la carretera local que nos encaminaría a la localidad de Tirgo, pasando por Bardauri y Sajazarra. Recuerdo a una anciana que nos preguntó de dónde éramos y nos comentó que la ciudad de Miranda era muy bonita y tenía muchas cosas para ver. 



Con ganas ya de comer, a eso de la una del mediodía decidimos detener la marcha para comer junto a la residencia de San Miguel del Monte y tras reanudar el camino más adelante volvimos a parar para echar una siestecita junto a una ermita al lado de la carretera. 


Aún nos quedaba la parte vespertina de la etapa que transcurrió sin ningún contratiempo y nos permitió disfrutar del encanto de la naturaleza, del aire en nuestros rostros, del sol y de algunos viñedos. 

Pasamos por Tirgo, donde nos refrescamos en una buena fuente, Cuzcurrita del río Tirón, Ochánduri, Herramélluri, Leiva, Tormantos y llegamos a Belorado donde tomamos la carretra N-120, no sin antes llenar de agua nuestra cantimplora y nuestras botellas en una segunda fuente a la salida del pueblo, pues la primera nos la negó.

El día empezaba a declinar y nuestros cuerpos a exigir su merecido descanso. Tras atravesar el pueblo de Tosantos llegamos a Espinosa del Camino y allí encontramos el Albergue "Las Almas" regentado por los alemanes Ulrich Schnepf y su esposa. Cuando llegamos solo había una peregrina alemana y ciega que se hacía llamar Talita, en honor a la niña, hija de Jairo, resucitada por Yahoshúa con sus famosas palabras "Telita qumi" o "Talita cumi" (niña, a ti te lo digo: levántate), y que estaba realizando su décimo octavo camino de Santiago. Compartimos la habitación con ella. Tras la pertinente ducha y cena entablamos conversación con los anfitriones y puesto que su castellano era justito y yo no sé inglés decidieron comunicarse en inglés con mi hijo, quien aprovechó para practicar el speaking. Antes de acostarnos optamos por dar un paseo relajante por el pequeño pueblo e hicimos algunas fotos.




Aproveché para recomendarles la lectura del relato que escribí cuando realicé el Camino de Santiago solo y en bicicleta en septiembre de 1994 y que puede leerse en el blog donde escribo. Al día siguiente, 4 de agosto de 2021, en el desayuno, observé que tenían junto a la mesa una pizarra en la que tenían escrito con tiza el típico saludo matinal en varios idiomas: ¡Buenos días! Egun on! Guten morgen! Bonjour! No pude por menos que pedirles permiso, que me dieron, para escribirlo también en letras hebreas, que transliterado es: Boker tov!

Una vez en marcha, pasamos por Villafranca Montes de Oca, subimos el puerto de La Pedraja y en el descenso fuimos contemplando como los viñedos dejaban paso a los campos de girasoles.




Atravesando Zalduendo, Ibeas de Juarros, los Tomillares, Castañares y Villayuda llegamos a mediodía a Burgos. Aprovechamos para fotografiar la vista de la catedral desde el río Arlanzón y para comprar víveres en una de las grandes cadenas de supermercados.



Tras reanudar el viaje atravesamos Villalbilla de Burgos, Tardajos, las Quintanillas, Villanueva de Argaño y ya con mucha hambre y sed llegamos a Yudego por la carretera 
BU-V-4048. 


La fuente que hay en el centro de la plaza del pueblo es espectacular y el agua que brota de ella realmente restauradora y refrescante, todo un manantial 
de vida y un oasis para descansar, aunque como nos dijo el Maestro Yahoshúa, Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:13-14).

Recuerdo que también paré aquí cuando hice el Camino de Santiago en bici en 1994 y que en aquella ocasión un lugareño me ofreció un tomate de su huerta para mi deleite. 

Tras comer y reposar la pertinente siesta de una hora, reanudamos la marcha y pasamos por Villandiego, Castellanos de Castro, Hontanas y llegamos a Castrojeriz. Un poco antes nos detuvimos en las ruinas del Monasterio de San Antón, donde había varios peregrinos y donde hicimos algunas fotos. 


Al salir de Castrojeriz, en el cruce de las carreteras BU-400 y BU-405 hice una foto al cartel que indica la distancia al pueblo Castrillo Mota de judíos que enseguida compartí con los amigos de la Asociación Havtajá. Aproveché para comentar a mi hijo que hace unos años este pueblo se conocía como Matajudíos, pero fruto de recientes investigaciones y con el objetivo de eliminar cierto antisemitismo del nombre se había cambiado al original.


Para llegar a Astudillo pasamos por Hinestrosa y Pedrosa del Príncipe, y tras aprovisionarnos de agua en una de las fuentes de Astudillo, decidimos meter la cuarta para poder llegar a Palencia por la carretera P-405 y finalmente a eso de las 20:30 llegamos a Villalobón, a unos dos kilómetros de Palencia. Pensando que había camping en la ciudad, preguntamos por él a un joven que nos informó que era solo para caravanas y que no había camping en Palencia. Otros transeúntes que pasaban nos aconsejaron acampar en una zona muy tranquila de las afueras de Villalobón, cerca de una zona residencial apartada y muy adecuada para disfrutar de las estrellas, lejos de la contaminación lumínica. Tras disfrutar de la puesta del sol y degustar de nuestra frugal cena, montamos la tienda ya de noche y dimos descanso a nuestros molidos cuerpos. 


Al día siguiente, 5 de agosto, decidí madrugar para ver el alba, lo cual no hacía desde hacía mucho tiempo, y me hizo recordar la cita bíblica Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Proverbios 4:18).




Tras desayunar caliente recibimos la visita de dos enormes perros que tras olisquearnos acudieron a la llamada de su dueña. Después compramos comida y "gasolina" para el camino en un supermercado de Palencia y emprendimos la que pretendíamos que fuera última etapa del viaje. Una vez dejados atrás Paredes de Monte y Rayaces llegamos a Ampudia, luego a Villerías de Campos y Palacios de Campos. El sol era abrasador, nuestros estómagos estaban vacíos y el cansancio hacía mella en nuestras piernas. Gracias a Elohim llegamos a Medina de Rioseco a eso de las tres de la tarde y pudimos descansar en un gran parque arbolado con fuente y con césped donde echamos una siesta reparadora tras comer. 

Al despertar, tanto mi hijo como yo, temblábamos solo de pensar que con el calor que hacía teníamos que volver a montar en la bicicleta y más sabiendo que aún nos restaban muchos kilómetros para llegar a Toro. Para colmo, el viento era contrario e ironías del destino, un cartel de un bar de carretera nos lo recordaba: "Bar el Ventorro".

Con esfuerzo pasamos Villabrágima, Villagarcía de Campos y llegamos a Villardefrades donde encontramos una bendita fuente para aprovisionarnos. La tarde empezaba a caer y tras toparnos en este pueblo con un peculiar desfile de funeral en el que el sacerdote con su túnica y estola iba recitando a "grito pelao" las letanías acostumbradas en su rito romanista, continuamos nuestra marcha hasta Toro pasando por Villavelid, Tiedra, Benafarces y Villavendimio. Eran las 21:00 horas cuando llegamos a Toro. Aún encontramos un supermercado abierto donde compramos algunos víveres y tras telefonear e informar a la familia de que estábamos bien y acoplar las luces a nuestras bicicletas dado que el sol ya se había puesto y empezaba a caer la noche, decidimos dar la puntilla a nuestro viaje culminando los últimos veintiocho kilómetros llanos que nos separaban de la casa del pueblo a donde nos dirigíamos y donde llegamos sin contratiempos a las 23:00 del día 5 de agosto.



El reto y sueño de un joven de dieciséis años y de su padre de cincuenta y cinco se habían cumplido, al menos en su primera parte, gracias a Elohim. Todavía quedaba la vuelta

¡A Yahwéh sea toda la gloria y la honra!

Y feliz día de las trompetas a todos los yisraelitas de la Tierra, pues hoy miércoles, 8 de septiembre, con la puesta del sol comienza, según el calendario Qaraíta, el Yom Teruáh, primer día del séptimo mes (Tishrei) y comienzo del nuevo año 5782. Shanáh Továh! 

Vitoria-Gasteiz                                        8 de septiembre de 2021


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