martes, 13 de septiembre de 2022

Viaje de ida al pueblo en bicicleta 2022

 Por segundo verano consecutivo mi hijo y yo decidimos ir al pueblo en bicicleta y seré sincero, si bien, de siempre he sido un amante de los viajes en bici, este año  la decisión también ha estado motivada menos por el deseo de disfrutar de otra aventura que por la absurda, insalubre y humillante normativa legal que nos obliga a usar un bozal para poder viajar en transporte público.  

Salimos de casa la mañana del 2 de agosto de 2022 a eso de las 7:00 a.m. y lo hemos hecho con cierto recelo, dado que la bici de mi hijo, aunque estaba recién revisada en un taller, producía algunos ruidos sospechosos.

Seguimos la misma ruta que el pasado año: puerto de Vitoria, Ventas de Armentia, Franco, Treviño y pronto ya estábamos en Berantevilla, donde llegamos tras un transitar silencioso por la intriga que nos causaban los sospechosos ruidos mecánicos y donde paramos para comer algo de fruta y proveernos de agua. Aquí la nectarina ingerida me removió las tripas y tuve que clavar una estaca en un matorral cercano al arcén de la carretera. ¡Por eso siempre hay que llevar algo de papel higiénico o agua, al menos! 

Seguimos hasta Miranda de Ebro donde hicimos alguna foto en el puente de Carlos III. 


De allí, por la carretera de Orón continuamos hasta Ameyugo y un poco más adelante, sobre las 11:30, ya estábamos en Pancorbo. Paramos a comer en el merendero que tan oportunamente nos recibió el pasado año


y, tras el almuerzo, decidimos echar una buena siesta hasta casi las 16:00. A pesar del calor, emprendimos la marcha y poco a poco avanzamos por la N-1 hasta Briviesca, pasada la cuál, tuvimos que hacer una parada por el agobiante calor. Tras el descanso y conscientes de que si queríamos llegar a Burgos debíamos continuar la marcha, empezamos a pedalear y enseguida llegamos a Monasterio de Rodilla donde nos topamos con una espléndida fuente con cuatro caños que vertían agua a chorro y que consideramos nuestra salvación y un regalo del cielo, ya que nos hallábamos realmente agotados y un poco deshidratados. ¡Fue nuestro pozo de Yaakov!




Casi nos sumergimos de cabeza en la fuente y dimos gracias al Todopoderoso por el agradable hallazgo. Una vez repuestas las fuerzas, de aquí hasta Burgos el pedaleo fue más ameno, aunque siempre molesto por los ruidos de la bici de mi hijo. En Burgos acampamos otra vez en el camping Fuentes Blancas e incluso en la misma parcela que la del año pasado, cerca de los servicios y duchas.

Tras la cena decidimos planificar la segunda etapa por una ruta diferente a la del año anterior; en vez de seguir el Camino de Santiago, esta vez, iríamos más hacia el sur de la provincia. Nos acostamos pronto. Al día siguiente, llevamos la bici temprano por la mañana a un taller a que la revisaran otra vez. Nos la devolvieron a eso de las 13:00 y emprendimos la marcha, ya muy tarde. Salimos de Burgos hacia Villagonzalo de Pedernales, Presencio, Ciadoncha y Santa María del Campo, donde paramos para comer y coger agua. 

Tras el descanso retomamos la marcha y por la N-622 junto al río Arlanza, dejamos a un lado el pueblecito Peral de Arlanza, y continuamos hasta el cruce con la P-131, donde nos desviamos al sur, evitando así una amenazante tormenta que se vislumbraba por el norte de Palenzuela. Pasamos por Villahán, Tabanera de Cerrato, Valdecañas de Cerrato y Baltanás con un perfil ciertamente exigente. Aquí nos topamos con un ambientado parque con varias fuentes, donde había varios locales llenos de gente joven. Tras la parada, nos esperaba otra buena cuesta que tuvimos que ascender para poder llegar a Cevico de la Torre. Seguimos hasta Cubillas de Cerrato y después, ya casi anocheciendo, llegábamos a Valoria la Buena, desde donde telefoneé a casa para tranquilizar a los abuelos, y enseguida al Camping Cubillas de Santa Marta, cuya presencia al lado de la carretera nos sorprendió gratamente, pues eran ya casi las 22:30 y nuestros cuerpos estaban destrozados del esfuerzo.

Mi hijo y yo no nos creíamos que habiendo salido a las 13:00 del camping de Burgos hubiéramos podido llegar a cumplir nuestro objetivo para la segunda etapa, es decir, el de acampar en Cubillas de Santa Marta, muy cerca ya de Valladolid capital. ¡Gloria a Yahwéh! ¡Parecía un milagro!

Cenamos muy tarde y a la luz de una de las farolas del camping, aunque eso sí, con mesa de piedra y todo. Casi a eso de las 00:00, ya duchados y repuestos, nos acostamos. Al día siguiente, emprendimos con ganas la tercera y última etapa del viaje.

Asesorados por la joven mujer de la Recepción del Camping, decidimos aproximarnos a Valladolid capital por el Canal de Castilla, una ruta ciclista no asfaltada que transcurre al lado del Canal y que aunque de vistas es muy ameno, sin embargo, se nos hizo un poco pesado y polvoriento. 


Recuerdo que nada más comenzar este paseo preguntamos a un ciclista por la situación de una esclusa del canal que nos había recomendado la mujer del camping. Y el recuerdo se debe probablemente a lo cómico de la escena dado que no solo el individuo parecía haber encontrado la oportunidad de su vida para dar una conferencia

sobre Geografía e Historia a unos viajeros que solo le habían hecho una sencilla pregunta sino que para más inri el susodicho portaba un bozal que solo le tapaba la nariz y dejaba al descubierto la boca. Estoy seguro de que tanto mi hijo como yo tuvimos que reprimirnos para no irrumpir en carcajadas, lo que pudimos lograr gracias a que decidimos no mirarnos a la cara. Poco después nos topamos con una pareja de patos que parecían saludarnos desde el borde del camino.

La bici de mi hijo seguía dando problemas y cada pedalada era un suspiro, así es que sentimos cierto alivio cuando llegamos ya al asfalto de la ciudad. Tras reponer víveres en un supermercado y consultar google maps para salir de Valladolid, emprendimos la marcha hacia el oeste para llegar a Zaratán. Hacía mucho calor y nos había llevado bastante tiempo atravesar la ciudad, de modo que se nos estaba pasando la hora de comer. Decidimos prolongar un poco más el pedaleo hasta que llegamos a Wamba, donde la fuente de agua que se divisa desde la carretera enseguida nos animó a detener la marcha para comer y descansar.

Tras la tumbada en un césped a la sombra de unos árboles, retomamos el camino y seguimos hacia el oeste pasando por Torrelobatón, Adalia y Mota del Marqués.

Aquí nos encontramos con una buena fuente en la plaza del pueblo donde nos pudimos refrescar un poco. Luego seguimos por Villalbarba, Casasola de Arión y, por fin, Morales de Toro, ya en la provincia de Zamora. 

Al llegar aquí, sentíamos que ya estaba casi cumplido el objetivo, pues  divisábamos en lontananza la ciudad de Toro y de allí al pueblo, era coser y cantar o mejor dicho rodar y silbar durante una hora y media más. Al llegar a Toro entré en un supermercado para comprar la cena, mientras mi hijo esperaba fuera. Al salir, me comentó que había conversado con una persona que se había interesado por nuestro viaje y que curiosamente era del pueblo a donde nos dirigíamos. Esto nos animó y raudos emprendimos el final del viaje, disfrutando de una espléndida puesta de sol mientras nos dejamos caer por el descenso que hay de Toro a la ribera del Duero. Sin la premura que tuvimos el pasado año, llegamos al pueblo, destino de nuestras vacaciones, a eso de las 22:00 del día 4 de agosto de 2022, aún de día y gracias a Yahwéh.




¡Gloria a Yahwéh por guardarnos en el viaje y por las fuerzas que nos ha dado!

¡Halelu-Yah! 

En el siguiente enlace puedes acceder al relato del viaje de vuelta del pueblo en bicicleta 2022

Vitoria-Gasteiz                                      13 de septiembre de 2022


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