miércoles, 22 de septiembre de 2021

¡Feliz fiesta de las cabañas de 5782!

 


15 tishrei 5782

"Habla a los hijos de Yisrael y diles: a los quince días de este mes séptimo (tishrei) será la fiesta solemne de las cabañas a Yahwéh por siete días. El primer día habrá santa convocación; ningún trabajo de siervos haréis.

Estas son las fiestas solemnes de Yahwéh, a las que convocaréis santas reuniones, para ofrecer ofrenda encendida a Yahwéh, holocausto y ofrenda, sacrificio y libaciones, cada cosa en su tiempo, además de los días de reposo de Yahwéh, de vuestros dones, de todos vuestros votos, y de todas vuestras ofrendas voluntarias que acostumbráis dar a Yahwéh.

Pero a los quince días del mes séptimo (tishrei), cuando hayáis recogido el fruto de la tierra, haréis fiesta a Yahwéh por siete días; el primer día será de reposo, y el octavo día será también día de reposo.

Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Yahwéh vuestro Poderoso por siete días.

Y le haréis fiesta a Yahwéh por siete días cada año; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes séptimo (tishrei) la haréis.

En cabañas habitaréis siete días; todo natural de Yisrael habitará en cabañas, para que sepan vuestros descendientes que en cabañas hice yo habitar a los hijos de Yisrael cuando los saqué de la tierra de Mitsráyim (Egipto). Yo Yahwéh vuestro Poderoso.

Así habló Moshéh (Moisés) a los hijos de Yisrael sobre las fiestas solemnes de Yahwéh. 

Levítico 23:34-44

Vitoria-Gasteiz                    tarde del  22 septiembre de 2021

viernes, 17 de septiembre de 2021

Ayuno de Yom Kipur. Día de la expiación de 5782


 Y esto tendréis por estatuto perpetuo. En el mes séptimo, a los diez días del mes, afligiréis vuestras almas y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que mora entre vosotros. Porque en este día se hará expiación por vosotros, y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Yahwéh. 

Día de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas; es estatuto perpetuo.

Levítico 16:29-31

Vitoria-Gasteiz                                  18 de septiembre de 2021

10    tishrei    5782




sábado, 11 de septiembre de 2021

Viaje de vuelta del pueblo en bicicleta

Antes de leer esta entrada, por aquello de la cronología, te sugiero leer la entrada anterior: Viaje de ida al pueblo en bicicleta.

El mes de vacaciones de agosto estaba llegando a su fin. Tras veinticuatro días de estancia (llegamos el día 5 de agosto) en una casa familiar y rural, nuestros cuerpos y mentes ya estaban totalmente recuperados del gran desgaste del viaje de ida. Recordemos que habían sido unos trescientos cincuenta kilómetros recorridos en bicicleta durante tres días y dos pernoctas. No obstante, hay que decir que, de un modo u otro, tanto mi hijo como yo, habíamos encontrado durante todo el período vacacional ocasiones y maneras de impedir o dificultar dicho reposo. A buen entendedor... 

El caso es que se nos había echado encima el día 29 de agosto, domingo, primer día de la semana, día prefijado de antemano para iniciar el regreso a casa, también en bicicleta, por supuesto. Como en la ida, la víspera hicimos los preparativos del equipaje y la revisión de nuestras bicicletas. Decidimos madrugar y partimos a las 7:00 horas de la mañana, aún a oscuras, pues ya nos habíamos despedido de los familiares la noche anterior. 



Tanto la primera etapa de la vuelta como la segunda repetimos el mismo recorrido que en la ida pero a la inversa. Los primeros veintiocho kilómetros llanos hasta Toro transcurrieron con mucha calma, disfrutando del alba y del silencio de los campos de cultivo, apenas acariciado por el canto de los madrugadores pájaros, pues el tráfico era prácticamente inexistente. A las 9:00 horas ya estábamos en Toro, donde paramos para refrescarnos y hacer alguna foto. En alguna de ellas se pueden observar, desgraciadamente, todas esas estelas químicas o chemtrails que desde hace decenios, aunque con más intensidad en la actualidad, están dejando en el cielo ciertos aviones militares y civiles, con permiso de los gobiernos y ante la pasividad e ignorancia de la ciudadanía.





Después de Toro pasamos por Villavendimio, Benafarces y llegamos a Tiedra. 

El calor empezaba a hacer acto de presencia y aunque yo me sentía muy bien rodando, pues íbamos adecuadamente provistos de agua y comestibles, sin embargo, algo le sucedía a mi hijo ya que se rezagaba incluso en las cuestas hacia abajo. La cosa empezó a intrigarme. Nada más atravesar el pueblo de Villavelid realizamos un pronunciado descenso y al terminarlo dirigí mi mirada hacia atrás en busca de mi hijo, pero mi vista no alcanzó a verlo. Me detuve a esperarlo hasta que llegó hasta mi posición, después de un minuto que se me hizo eterno. Totalmente intrigado le pregunté: ¿pero qué te pasa? y tras unos segundos de cierto balbuceo me contestó casi sin aliento: ¡No lo sé, siento las piernas agarrotadas y me faltan las fuerzas! En ese momento estuve a punto de regañarle y recriminarle algunos excesos nocturnos que había cometido durante las fiestas del pueblo, que bien podían haber sido los causantes de su estado, pero doy gracias a Elohim porque de repente mi hijo me preguntó si estaba bien su rueda trasera y así fue como nos percatamos de que había ido perdiendo aire muy lentamente debido al pinchazo de un abrojo, y ello era lo que había ido mermando sus fuerzas. No cabe ninguna duda de que había sido la inexperiencia de mi hijo la que le había hecho pedalear y pedalear a pesar de que el asfalto se le pegaba cada vez más a la cubierta de su rueda debido a la pérdida de presión. Resuelto el entuerto, continuamos lentamente hasta llegar a Villardefrades donde paramos para cambiar la cámara a la rueda y para reponerse y descansar un poco. 

Más adelante, una vez pasado Villagarcía de Campos, al llegar a Villabrágima nos detuvimos a coger agua en una fuente próxima a la carretera, pero el agua estaba cortada, según nos informó uno de sus habitantes que nos vio intentando beber de ella. En un gesto de generosidad, se ofreció a traernos de su cercana casa una botella de agua fresca, lo cual se lo agradecimos profundamente. 


Poco a poco mi hijo se iba recuperando, si bien el desgaste había sido serio. Llegamos a Medina de Rioseco a eso de las 15:20 con la esperanza de comer y de repetir siesta en el mismo parque arbolado que en el viaje de ida, pero al llegar a él nos topamos con la celebración de un mercado medieval que ocupaba todo el recinto. Optamos por cruzar la calle y sentarnos en una zona sombreada próxima donde pudimos reponer fuerzas y dormir un poco.

Por la tarde, el ánimo de mi hijo parecía haber mejorado un poco y emprendimos la marcha con destino a Palencia. Comiendo y bebiendo constantemente encima de la bicicleta, fuimos atravesando los pueblos de Palacios de Campos, Villerías de Campos y Ampudia hasta llegar al Santuario de la Alconada, a pocos kilómetros de Palencia, donde volvimos a detenernos para repostar nuestras botellas y cantimplora.

Luego bajamos a Rayaces, Paredes de Monte y a eso de las 20:00 llegábamos a Palencia. 


Nos costó cierto esfuerzo y tiempo dar con la calle de la ciudad que nos conduciría a Villalobón, puesto que algunas de las calles por las que queríamos transitar eran de sentido prohibido y optamos por bajarnos de las bicis y hacer parte del recorrido a pie, mientras observábamos y eramos observados por una multitud de paseantes dominicales, casi todos ellos embozalados. Por fin, pudimos retomar nuestras bicicletas y a eso de las 21:00 horas llegamos a nuestro "hotel de mil estrellas" de Villalobón, que tan acogedoramente nos albergó en el viaje de ida. Cenamos y nos acostamos pronto, pues la jornada había sido muy dura, sobre todo para mi hijo.


Al día siguiente, lunes 30 de agosto, nuestro objetivo era llegar a Burgos, por el mismo camino que en el viaje de ida. Madrugamos con el alba y del mismo modo que la otra vez, tras desmontar la tienda y desayunar caliente, recibimos la visita de los mismos perros negros y grandes, probablemente de raza Fox Terrier, que volvieron a olisquearnos y en seguida se fueron con su dueña. 





Tuvimos que iniciar la jornada volviendo sobre nuestros pasos del día anterior para entrar en Palencia y comprar víveres en un supermercado, esta vez de otra de las grandes cadenas. Una vez provistos de comestibles emprendimos la marcha, con ganas de llegar a Astudillo. El tiempo era bueno y el viento era suave y no contrario. En Astudillo hay varias fuentes de agua, pero fuimos a proveernos en la misma fuente que en el viaje de ida. 



Mi hijo iba rodando cada vez mejor y aunque aún tenía secuelas del día anterior, empezaba a sonreír un poco en algunas de las fotos que nos hicimos sobre el río Pisuerga. 



Una vez dejados atrás Pedrosa del Príncipe e Hinestrosa llegábamos a Castrojeriz y más adelante al Monasterio de San Antón donde, esta vez sí, nos detuvimos a tomar un pequeño refrigerio, pero dejando la comida fuerte para Yudego, en cuya fuente soñábamos tanto mi hijo como yo. 




Decidí acelerar un poco el ritmo, pues se nos estaba haciendo tarde, y una vez atravesados Hontanas, Castellanos de Castro y Villandiego, a eso de las 15:00 horas llegábamos al pueblo de Yudego y a su famosa fuente. Luego me comentó mi hijo que este tramo se le había atragantado un poco. 




Tras comer y echar la pertinente siesta, retomamos la marcha para recorrer el último tramo del recorrido y ambos sentíamos que si Elohim seguía ayudándonos como hasta ese momento la llegada a Burgos capital era ya muy factible.



En efecto, enseguida tomamos la carretera N-120 y tras pasar raudos por Villanueva de Argaño, las Quintanillas, Tardajos y Villalbilla de Burgos, llegamos a Burgos a eso de las 19:00 horas. Atravesamos la ciudad de oeste a este rodando casi todo el tiempo por un carril de bici, hasta que dimos con el camping Fuentes Blancas, situado al lado del río Arlanzón. El gozo que sentíamos los dos era inefable. Parecía un milagro que mi hijo se hubiera repuesto del bajón del comienzo del viaje, pero aún más que mi condición física estuviera resistiendo. ¡Gloria y honra a Yahwéh! Montamos la tienda cerca del edificio de las duchas y fregaderos y tras ducharnos, nos dispusimos a cenar y tras conversar un poco enseguida nos acostamos. Al día siguiente pretendíamos llegar a casa, a Vitoria.

El martes 31 de agosto, se nos pegaron un poco "las sábanas" y era más que comprensible. 



Tras recoger el campamento y preparar las bicicletas, dejamos el camping a eso de las 10:00 horas. Aún debíamos hacer las compras de los comestibles para la jornada y, entre ellos, decidí incluir unos buenos entrecots de ternera congelados y un par de cervezas para sorprender a mi hijo con una buena cena, ya en casa. Iniciamos la marcha un poco tarde, sobre las 11:30 horas, pero esta vez y con objeto de poder llegar a casa en una jornada de unos 110 kilómetros, decidimos tomar la carretera N-1 para ir a Vitoria-Gasteiz. Atravesando Rubena, Quintanapalla, Puerto de la Brújula, Monasterio de Rodilla, Quintanavides, Castil de Peones, Prádanos de Bureba llegábamos a Bribiesca, más adelante a Cubo de Bureba y finalmente a Pancorbo, donde llegamos a eso de las 15:00 con la intención de comer. 




Nos esperaba una gran bendición en este pueblo. Preguntamos a un hombre por alguna fuente y nos recomendó la situada en un parque a las afueras del pueblo. Allí nos dirigimos y nos encontramos con un bonito, extenso y arbolado parque, dotado con mesas y asientos, una buena fuente de agua fresca, espléndidas vistas del desfiladero y lo que es mejor ¡todo para nosotros! 




Las rocas que rodean el pueblo de Pancorbo recuerdan las panorámicas de las películas del western americano. Recuerdo que al salir de Burgos le comenté a mi hijo que cuando llegáramos a Pancorbo se iba a sentir como uno de los protagonistas de la película "Dos hombres y un destino" y ahora ya entendía porqué. Tras comer y echar una rica siesta, hicimos algunas fotos y decidimos ponernos en marcha. 




Queríamos llegar pronto a Miranda de Ebro para abandonar la N-1, lo cual hicimos, una vez pasado Ameyugo, tomando el desvío a Orón, de ahí a Miranda de Ebro y tras repetir foto en uno de los puentes de la ciudad sobre el río Ebro, atravesamos a pie un par de calles para coger la calle Logroño que bordea la ciudad y enfila la carretera de Logroño que nos condujo a la BU-740 y posteriormente a la A-2120 y A-3126 para llegar a Berantevilla. 


Allí volvimos a detener nuestras bicis para llenar de agua las botellas y cantimplora en la misma fuente que en el viaje de ida. 

Ya solo nos restaba la parte final de la etapa. Nos sentíamos ya casi en casa. Gracias a Elohim mi hijo estaba bastante repuesto y me sorprendió gratamente cuando me dijo que quería ir en cabeza tirando, dado que yo lo había hecho desde que habíamos salido de Burgos. Desgraciadamente, se levantó un viento del norte que nos dificultaba el pedaleo, pero mi hijo quería insistir en encabezar la marcha, lo cual le honra. La prueba estaba siendo muy dura para él, pero la estaba superando con coraje y tesón. Por la carretera A-3122 y luego la BU-744, dejamos a la derecha los desvíos a Ozana, Grandival y Araico, y más adelante tomamos la carretera autonómica CL-127 que nos condujo a Treviño. La tarde empezaba a caer, pero el acicate de sentirnos ya casi en casa nos empujaba hacia adelante y a pesar de que aún nos quedaba el último escollo del Puerto de Vitoria, no perdíamos el humor y recuerdo que, entre bromas, al pasar por Franco, le comenté a mi hijo: Yo voy a casa y tú vas después en bici, cuando termines el partido de fútbol en Franco, recordando los partidos de fútbol que ha jugado en este pueblo desde que era pequeño. Risas. Pasados Ventas de Armentia y Uzkiano, paramos en la fuente del Puerto de Vitoria a beber agua y a coger las fuerzas que necesitábamos para subir el puerto. En toda la ascensión fue mi hijo el que iba tirando, sobre todo por pundonor. Al llegar arriba, ya se había puesto el sol y el aspecto de nuestros rostros era todo un poema. La hazaña ya estaba realizada, aunque nos quedaba dejarnos caer para descender los últimos nueve kilómetros que nos separaban de la ciudad. 




Decidimos pasar por la casa de los abuelos para avisar en persona que ya habíamos llegado y después rodamos por las calles periféricas de la ciudad hasta llegar a casa, donde nos esperaban la ducha, una espléndida cena y una confortable cama. 


Al día siguiente, tras los buenos días, lo siguiente que oí de la boca de mi hijo fue: ¡Papá, qué bien se duerme en mi cama!

¡A Yahwéh haElohim sea toda la gloria y la honra!

Vitoria-Gasteiz               12 de septiembre de 2021