La violencia ganó por goleada: Las autoridades palestinas demostraron cuál es el método que tienen para tratar con quienes opinan distinto a ellos: violencia.
Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
viernes, 8 de junio de 2018
La suspensión del partido Argentina-Israel: ¿una rendición ante el miedo?
La suspensión del partido Argentina-Israel: ¿una rendición ante el miedo?: Una cosa es sentir miedo, y otra cosa es rendirse a él.
viernes, 1 de junio de 2018
La teología humanista, arma en Occidente
La entrada de hoy es una réplica a un artículo publicado en el diario El Correo el pasado día 24 de mayo, firmado por el teólogo Rafael Aguirre y que puede leerse aquí y, puesto que muy probablemente no pueda ver la luz en dicho medio, procedo a compartir contigo.
Uno de los consejos o mandatos que dio Jesús a sus
discípulos fue el de escudriñar las Escrituras porque ellas testifican sobre su
persona. Cuando algunos teólogos romano-catolicistas sostienen que no se puede
renunciar a la sabiduría y esperanza que procede de lo que se ha llamado, según
dicen, "el gran código de Occidente", parece que comparten dicha recomendación,
pero sus formas ponen de manifiesto el gran obstáculo que les impide referirse a
él como Palabra de Dios, lo que induce a recordarles que el temor de Dios es
el principio de la sabiduría, entendido éste como excelso respeto. Cuando
añaden que es menester reivindicar una lectura crítica de la Biblia para evitar barbaridades y establecen de forma maniquea
una relación causa-efecto entre la reciente tragedia ocurrida en Gaza y los
análisis escatológicos de muchos cristianos evangélicos, confluyen junto a
muchos medios en un tratamiento informativo sesgado del conflicto árabe-israelí
al omitir voluntaria y clamorosamente las acciones terroristas de los grupos
palestinos. La opinión pública tiene derecho a saber que los terroristas
palestinos explotan los gasoductos, impiden el acceso a los camiones israelíes
cargados de alimentos y medicinas, incendian los campos de cultivo israelíes
fronterizos, utilizan a su población infantil como carne de cañón en zonas militares y como cruel recurso al victimismo, amenazan con
invadir territorio israelí por la fuerza y que, consecuentemente, el ejército de
Israel actúa y defiende a su población como haría cualquier otro estado europeo.
Con razón afirmaba Golda Meir que "llegará la paz cuando los árabes amen más a
sus hijos de lo que odian a los judíos". Pero qué puede esperarse de un grupo
terrorista como Hamas, títere del Gobierno de Irán, enemigo acérrimo de Israel.
En mi opinión, los hechos aclaran cuál es la causa de la tragedia de la frontera
de Gaza: los ataques de los terroristas de Hamas, falsamente descritos como
manifestaciones cívicas y pacíficas de la población
árabe-palestina. Israel es el único estado realmente democrático en Oriente
Medio y como cualquier estado europeo defiende sus fronteras cuando son
atacadas. Las reacciones de repulsa de estas acciones terroristas en los
escritos de los adalides de la teología humanista y catolicista ni siquiera son
de mero trámite sino que brillan por su ausencia. Y no sólo eso sino que de sus
análisis podría deducirse un alineamiento con quienes no reconocen el Estado de
Israel y se refieren a él como entidad sionista. La pretensión de relegar al
judaísmo a una simple tradición cultural y religiosa revela, aparte de
negacionismo histórico, una clara malintencionalidad política, y la acusación a
los gobernantes de Israel de entrar en una deriva político-religiosa supone una
gran hipocresía y un uso de diferente rasero en la exigencia de correción
política a los gobiernos de los países de Oriente Medio y de otras zonas
candentes del planeta, donde regímenes teocráticos islámicos no reconocen la
soberanía al pueblo sino a su divinidad; pero para éstos no hay críticas ni
reacciones de condena. Los ataques terroristas de Al Qaeda, Isis, Boko Haram,
Hizbula, Hamas, etc. son violaciones de los derechos humanos y la ausencia de
resoluciones de condena de la ONU a los países cuyos gobiernos los financian
constituyen claras violaciones del derecho internacional. Cuando se apela al
derecho conviene apuntar que los estados son soberanos para asignar su ciudad
capital y para elegir las sedes de sus embajadas y que los continuos
incumplimientos y desavenencias en la aplicación del derecho internacional por
parte de los miembros del Consejo de Naciones quizás revelan que la
jurisprudencia internacional no está ajustada a derecho.
Cualquier estudio bíblico, incluso el más crítico,
revela la estrecha relación a lo largo de la historia entre el judaísmo y la
política, luego no insistiré en recordársela a sus eminencias en teología.
Inmediatamente surge la pregunta: si el judaísmo, en tanto que tradición
cultural y religiosa, ha de sobrevivir adaptándose a la dispersión ¿a cuenta de
qué se mantiene un estado como el de la Ciudad del Vaticano donde el jefe de
estado gobierna a sus súbditos con absoluta autoridad y se erige en cabeza de la
iglesia intentando usurpársela a Cristo? El desprecio intelectualista de la
creencia evangélica acerca de la Creación o de la reagrupación del pueblo judío
en Israel, la tierra prometida por Dios a Abraham, y de la restauración del
reino mesiánico a Israel contrasta con las declaraciones de Jesús quien al ser
interpelado por sus discípulos les respondía que el que los hizo al
principio, varón y hembra los hizo, y que no os toca a vosotros saber
los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad, a la par
que les advertía de las tribulaciones apocalípticas futuras. Pero la teología
humanista y catolicista, obligada a encajar la existencia de Israel, aboga por
su laicidad, y lo quiere vulnerable a los tentáculos del humanismo, para que sus
ciudadanos, como los de Occidente, no duden en llamar a lo bueno malo y a lo
malo bueno y sean presa fácil de la hostilidad de sus vecinos quienes proclaman
alto y claro que desean su exterminio. Mas según el "gran código", Benditos los
que te bendijeren, y malditos los que te maldijeren.
La lectura literal y exhaustiva de la Biblia lejos de ser una fuente funesta de errores y violencia constituye un auténtico maná espiritual y está de acorde con lo que en ella se recoge: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Por contra, una lectura intelectualista de la Biblia conduce a posturas que resultan contradictorias e irracionales al pretender compaginar la defensa de unos textos generadores de esperanza, en tanto que prometen resurrección futura y vida eterna, con una crítica racionalista y despectiva de la fe en el Dios Creador y Soberano que se presenta en los mismos. Esta forma de reivindicar la bonanza del libro sagrado por excelencia, semejante, por cierto, a la de Küng cuando "apuesta por Dios y el infinito contra cero y nada" y nos revela que la suya es segura pues no tiene nada que perder y mucho que ganar, indigna e irrita y me evoca el refrán "Para un viaje tan corto no eran necesarias tantas alforjas". No obstante, sospecho que esta forma de creer en Dios no sea muy de su agrado, pues: [...] no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Y por si sirviera de aviso a quien lee, añado algún versículo más: [...] porque perecerá la sabiduría de los sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.
La lectura literal y exhaustiva de la Biblia lejos de ser una fuente funesta de errores y violencia constituye un auténtico maná espiritual y está de acorde con lo que en ella se recoge: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. Por contra, una lectura intelectualista de la Biblia conduce a posturas que resultan contradictorias e irracionales al pretender compaginar la defensa de unos textos generadores de esperanza, en tanto que prometen resurrección futura y vida eterna, con una crítica racionalista y despectiva de la fe en el Dios Creador y Soberano que se presenta en los mismos. Esta forma de reivindicar la bonanza del libro sagrado por excelencia, semejante, por cierto, a la de Küng cuando "apuesta por Dios y el infinito contra cero y nada" y nos revela que la suya es segura pues no tiene nada que perder y mucho que ganar, indigna e irrita y me evoca el refrán "Para un viaje tan corto no eran necesarias tantas alforjas". No obstante, sospecho que esta forma de creer en Dios no sea muy de su agrado, pues: [...] no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquél que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Y por si sirviera de aviso a quien lee, añado algún versículo más: [...] porque perecerá la sabiduría de los sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos.
Vitoria-Gasteiz 28 de mayo de 2018
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