lunes, 24 de febrero de 2014

La pobreza energética

El drama de miles de familias que, víctimas de la injusticia socioeconómica y de la ineficacia gubernamental, no pueden pagar la factura de la luz ni del gas, suministros cuyo consumo es necesario en la sociedad moderna actual para sobrevivir con dignidad un invierno,  debería bastar para tocar las conciencias de nuestros gobernantes. Pero creo que es mucho pedir, habida cuenta de que ni siquiera lo han podido hacer los desahucios o que millones de personas carezcan de ingreso alguno. En este asunto es posible incluso rizar el rizo y muchas familias se verán obligadas por ley a pagar a sus instaladores la revisión bianual de unas calderas de gas que no han podido utilizar por carecer de ingresos para hacer frente a la factura o  por destinar los pocos que tienen a otras primordiales como la alimentación y el pago de la hipoteca o alquiler de su casa. Antiguamente, al menos, uno podía ir al monte a por leña para calentarse en casa con fuego, pero dicen que esto es inviable y va contra el progresoUno se pregunta cómo es posible que un Estado haga dejación de sus genuinas funciones como organizador social y permita que sus ciudadanos no puedan satisfacer con dignidad sus necesidades básicas de abrigo y sustento. Probablemente el siguiente paso sea la explotación mercantilista de recursos como el agua y los cereales. En otras partes del planeta hace tiempo que sucede.

Diario de Noticias de Álava    18 de febrero   Cartas al Director

viernes, 14 de febrero de 2014

Eso es sólo una teoría

Para seguir el hilo a la entrada de hoy es necesario o, al menos, recomendable leer con anterioridad el artículo que la motivó. Se trata de un artículo titulado "Manual del ciudadano escéptico-Hipótesis, ley y teoría" y que está publicado en un blog dedicado, en mi opinión, con acierto y calidad, a la divulgación científica. Aquí te dejo el enlace al artículo.

Parece evidente la desconexión entre el vocabulario científico o técnico y el vocabulario cotidiano u ordinario. El ejemplo expuesto en el artículo no es sino uno de tantos. Ahora bien, ¿con qué autoridad puede una de las partes arrogarse el monopolio del correcto uso de un vocablo? A mi entender, cuando usamos la palabra "teoría" en el lenguaje cotidiano bien mediante la locución adverbial "en teoría" o con palabras como "teóricamente", "teórico", etc., queremos enfatizar que se trata de un conocimiento especulativo, contemplativo, considerado con independencia de toda aplicación o concreción y, por tanto, no comprobado en la práctica. 
En mi opinión, esta acepción del vocablo, relacionada con suposición o hipótesis, es más acorde con su origen etimológico que la acepción del mismo que se utiliza en el contexto científico. Estoy de acuerdo, por tanto, con el comentario de Sergio B (2013-09-12 17:21), quien sugiere que bien podría utilizarse otro vocablo menos ambiguo para designar a aquella parte del conocimiento científico que ha alcanzado cierta cúspide. Cuando Pedro intuye que su analogía, como toda analogía, adolece de ciertas lagunas o agujeros, no puedo por menos que darle toda la razón. Y quiero aprovechar alguna de ellas para presentar defensa con mansedumbre y humildad ante la acusación que se hace en el artículo, habida cuenta de que reconozco que soy una de esas personas que alguna vez ha utilizado despectivamente la frase "eso es sólo una teoría" para restar validez a alguna de las llamadas teorías científicas. Y es que, así como todas las sinfonías no son iguales, no todas las teorías científicas son iguales. ¿Puede alguien acaso poner en duda que existen sinfonías poco agraciadas, por no decir desagradables? Pues en mi opinión, es ese el calificativo que bien podría aplicarse a la llamada teoría del origen y evolución de las especies de Darwin, de la que reconozco haber dicho en más de una ocasión: "eso es sólo una teoría". 




Como decía anteriormente, no todas las teorías científicas son iguales. La teoría de la mecánica clásica de Newton o la teoría de la relatividad general de Einstein o la teoría del electromagnetismo de Maxwell son un conjunto de leyes e hipótesis comprobadas en su ámbito de aplicación y sirven de forma 
eficaz para explicar y predecir ciertos hechos y, si bien, como toda teoría científica, siguen teniendo encima la espada de Damócles de su futura refutación, podemos afirmar que en la actualidad son buenas y útiles. De hecho, el propio Einstein afirmaba que un solo error o fallo de la teoría era suficiente para que toda ella fuera rechazada. En esto, el buen científico es como Dios: una infracción de alguna parte de la Ley equivale a un atentado 
contra toda ella. Ahora bien, la teoría del origen y evolución de las especies de Darwin, lejos de constituir un cuerpo de leyes contrastadas, lejos de ser un conjunto de ideas que han alcanzado un rango especial por tener la máxima solidez que algo puede tener en ciencia, no es sino un modelo teórico, que pretende explicar un hecho de la naturaleza, una hipótesis de trabajo, entre otras. El mismo Darwin reconocía que le era difícil explicar bajo el prisma evolucionista la formación de un órgano como el ojo y no digamos del cerebro. Hoy en día, cada vez más bioquímicos de vanguardia reconocen que no existen explicaciones evolucionistas detalladas de los sistemas bioquímicos o celulares fundamentales y que los que existen no son sino meras especulaciones. Es por ello por lo que seguiré afirmando que la "sinfonía" de Darwin no suena bien y "es sólo una teoría" aun a riesgo de ofender a algún oído fino. Quiéranlo o no reconocer los defensores de la teoría de la evolución, aquellos que suelen ofenderse cuando se les reprocha que "es solo una teoría", lo más atractivo de ella es su prescindibilidad de una inteligencia superior a la humana, por lo que aspiran a poder describir el hecho del origen de la vida desde una perspectiva evolucionista guiada por los "dioses" del azar y la selección natural, y resulta curioso que mientras éstos prescinden de Dios, los otros, los autores de las otras teorías científicas mencionadas, agradables sinfonías todas ellas, creían en un Dios Creador y con su quehacer científico pretendían descubrir las leyes que Éste ha puesto para que se rija el universo.