Recuerdo que cuando cursaba bachillerato, ya hace unos decenios, una de las partes de la asignatura de matemáticas que más me interesó fue la de los problemas de optimización de funciones reales de variable real. Más tarde comprobé que éste no era sino un caso particular de otros más generales, pero análogos, como el de la búsqueda de extremales de un funcional. Así, por ejemplo, se sabe que de entre todas las superficies que encierran un volumen dado es precisamente la esférica la de menor área o en su versión bidimensional, se sabe que de entre todas las curvas que delimitan una superficie determinada es precisamente la circunferencia la de menor longitud. De ahí que observemos en la naturaleza cómo, por ejemplo, el agua, si no está sometida a fuerzas externas, adopta una forma esférica como la de la gota.
Es éste, el llamado principio de mínima acción o, más apropiadamente, principio de acción estacionaria, uno de los descubrimientos del saber científico que más me maravilla y que mejor refleja, a mi entender, la omnisciencia del Creador. Su primera formulación se debe, al parecer, a Pierre-Louis Moreau de Maupertuis (1744), quien dijo que "la naturaleza es económica en todas sus acciones".
Louis Moreau de Maupertuis |
Otros científicos como Leibniz y Euler desarrollaron posteriormente la idea,
Gottfried Wilhelm Leibniz |
Leonhard Euler |
Jean le Rond D'Alembert |
que generalizaba las leyes de Newton y Pierre de Fermat, tras analizar el comportamiento de los rayos de luz en situaciones como la reflexión y la refracción, había enunciado el llamado principio de Fermat, según el cuál, los rayos de luz siguen en su camino la trayectoria por la que invierten el menor tiempo, y no, como pudiera pensarse, la trayectoria más corta.
Pierre de Fermat |
A continuación presento, por su belleza, la formulación matemática del principio, que es seguramente difícil de entender para quien carece de conocimientos de física y de matemática y que, por otra parte, puede verse también en wikipedia.
Fijado un sistema de coordenadas generalizadas
sobre el espacio de
configuración (o una parte del mismo, llamada carta local), se tiene que de todas las trayectorias posibles que
transcurren entre el instante t1 y t2,
el sistema escogerá aquella que minimice la acción S. La magnitud acción
viene
dada para cada trayectoria posible
por la integral:
donde
es la
función lagrangiana del sistema. Puede probarse mediante cálculos variacionales que, de entre todas las trayectorias posibles, la que hace mínima a la acción S (o más propiamente dicho, estacionaria) es la que anula su variación primera, es decir, la solución de la siguiente ecuación:
de
la que se deduce la ecuación de Euler-Lagrange: