Me entristece comprobar cómo la sociedad vasca, así como otras también, se encuentran cada vez más secularizadas, materialistas y exentas de espiritualidad al llegar estas fechas navideñas. Y en otras fechas del año como el carnaval, o el solsticio de verano abrazan sin rubor las antiguas celebraciones precristianas y paganas que conmemoraban el solsticio de invierno y el renacer del sol y de la naturaleza. Parece, en parte, contradictorio en estos tiempos de post-racionalismo, cientificismo y ateísmo en que vivimos. Sin embargo, ver cómo se extienden viejas costumbres como los desfiles de personajes mitológicos y ver cómo se inoculan éstas en los centros escolares de los más pequeños, enmarcándolo todo dentro de un ámbito cultural, no es sino un síntoma de la gravedad del asunto.
Sé que esta opinión es susceptible de que se malinterprete y más de uno verá en ella un ataque a la cultura vasca, por lo que quiero puntualizar que no es a la cultura sino al paganismo a lo que me quiero enfrentar.
A quienes abrazamos una fe cristiana este hecho no nos resulta nada sorprendente, habida cuenta de que no ignoramos que vivimos una batalla espiritual, no contra sangre ni carne, sino contra principados, potestades y huestes de maldad que operan en las esferas celestes. Sólo desde este prisma es posible comprender que una sociedad moderna como la vasca abrace con ligereza costumbres y creencias mitológicas del pasado.
De todos es conocido que tras la cristianización de la península ibérica
el cristianismo adaptó las costumbres locales anteriores impregnándolas de religiosidad y, en mi opinión, como suele decirse, fue peor el remedio que la enfermedad.
En estas fechas, los cristianos evangélicos celebramos que Dios se encarnó en la persona de Jesús, hace más de 2.000 años, con una misión redentora de la humanidad. Y conscientes de que Jesús no nació en esta época del año, no damos importancia a la fecha sino al evento.
Quien está familiarizado con la lectura de la Biblia recordará que uno de los motivos por los que el pueblo elegido de Dios dejaba de recibir sus bendiciones y se veía inmerso en continuas calamidades y guerras contra
sus vecinos era el hecho de que practicara idolatría y adorara a los ídolos de los pueblos de su alrededor, tales como Baal, Astarot, Dagón, Moloc, o Asera.
Sospecho que hoy, más que nunca, la sociedad vasca necesita volver a ser evangelizada, pero de forma genuina, de lo contrario, el paganismo seguirá avanzando y la sociedad cosechará sus consecuencias.
Diario de noticias de Álava 24 de diciembre Cartas al Director